Cada vez que él le hablaba del último sobre rechazado su compañera le miraba sin saber qué decir. “Este tenía una esquina algo doblada”. “En este no se entendía bien la dirección”. “La cara del rey estaba pegada boca abajo ¡Es intolerable!” Y así iban todas las cartas, directas de la saca a la papelera. Ella le miraba y dudaba si acudir al director de la oficina para denunciarle. Él pensaba en todas esas cartas de papá que su madre nunca le hizo llegar.