Sentado en aquel café me acerqué a la desconocida que leía a Pizarnik.
“Tú, yo, un viaje, dos condiciones”.
Ella me miró con curiosidad.
“La primera, tú eliges el lugar al que vamos y yo desde el que volvemos, compramos billete de ida a tu destino y de vuelta al mío e improvisamos todo el resto de nuestro viaje. La segunda, sin equipaje”.
Ahora conversamos sobre poesía en otro café. En Bali.