El agua espantaba a las avispas escondidas bajo las hojas. Alfonso se paseaba comprobando el estado de los cultivos. Las plantas crecían fuertes y pequeños tomates, aún verdes, comenzaban a poblar las ramas. Esther asomó por la puerta y se quedó observando a su marido. Alfonso se percató de su presencia, le dedicó una sonrisa y se acercó a ella.
—¿Cómo está Byron? —Acarició la barriga de su esposa.
—Hoy no ha dado guerra.
“Guerra” pensó él, y en un acto reflejo levantó la mirada hacia la ventana cenital del módulo botánico. La Tierra no era ya más que un punto en el firmamento.
Hacía mucho que no te leía y ojalá publicases más a menudo.
Como siempre me ocurre cuando aparecen personajes me quedo con ganas de saber más.
Un saludo.
Trece,
Tus mensajes son siempre muy alentadores. Me he prometido ser un poco más regular, he tenido un par de meses agitados.
Pero siempre intentaré dejarte con las ganas.
D.